FutureSelf 2: Que la comida sea tu medicina
Hoy exploramos cómo la alimentación es clave para mejorar nuestro Yo del Futuro
“Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”
No puede haber mejor forma de empezar el email de hoy que con esa frase de Hipócrates, formulada hace más de 2.000 años, pero que sigue tan vigente como entonces.
Tratar a la comida como una forma de nutrirnos, de mejorarnos y de regenerarnos debería ser una de nuestras prioridades, pero lo cierto es que vivimos en un mundo en el que, con tanto ruido, se nos ha olvidado hacer caso a algo tan esencial como eso. Hoy, en FutureSelf, os daré mi visión sobre cómo me alimento para generar la mejor versión de mí mismo, cuales son mis premisas para nutrirme y disfrutar de la comida y cómo empecé a lograrlo hace unos meses.
No comemos para sobrevivir, al menos, no como nuestros ancestros. Hoy en día la comida tiene una visión más asociada al placer que a la regeneración. Nos alimentamos de azúcares, pastas, pizzas, fast food y todo tipo de procesados para suplir carencias emocionales que, tarde o temprano, volverán a llamar a nuestra puerta diciendo: “¡Hey, que no me he ido con esas pringles, sigo aquí!”. Y, no, no tiene nada de malo comerte unas patatas fritas, el problema reside en cuando esas patatas se convierten en un hábito del que dejamos de prestar atención. Así, como quien no quiere la cosa, vamos añadiendo rutinas inofensivas a nuestro día a día que empiezan a acumularse en nuestro cuerpo, gota a gota, grano a grano, hasta que aparece algo que nos hace replantearnos todo.
Hoy os quiero contar mi historia, por si os inspira, por si os ayuda, o simplemente por si os hace cambiar vuestra visión sobre cómo la alimentación puede ayudarnos a construir la persona que queremos ser. Hasta hace unos meses, mi visión sobre la alimentación era muy distinta. Yo comía sano, sin importar mucho lo que iba ingiriendo, teniendo claras unas líneas rojas muy sencillas: nada de ultra-procesados, de bebidas tipo CocaCola o refrescos y cocinar lo máximo en casa, lo normal. Por desgracia, no fue suficiente para que, a principios de año, al hacerme unas analíticas, saltaran las alarmas: había algo raro en mi tiroides. En mi caso, el problema venía de una enfermedad auto-inmune llamada Hashimoto. Una afección que llevaba años desarrollando, pero que no fue hasta hace unos meses que empezó a dar señales de alarma.
Al llegar al médico de cabecera, sus palabras fueron claras: Esto es una enfermedad crónica, no tiene cura, dejarás de producir la hormona tiroidea, así que tómate esta pastilla cada día y olvídate de hacer cambios en tu alimentación, eso solo son saca-cuartos. No daba crédito. ¿Podía yo, con 28 años, tener una enfermedad crónica y no poder hacer absolutamente nada para mejorarla? Me negué a tener solo esa opinión. Eso me llevó a empezar a visitar médicos, endocrinos, nutricionistas y otros profesionales, a investigar por mi cuenta y a mejorar mi entendimiento sobre cómo se producía una enfermedad auto-inmune.
Mi sorpresa vino cuando, nada más empezar a visitar a otros profesionales más actualizados, todos me decían lo mismo: Fabián, tu síntoma estará en la tiroides, pero tu problema está en el intestino. En el intestino, sí.
Nuestro sistema digestivo tiene entre 100 y 200 millones de neuronas esparcidas por todo su territorio, un territorio, además que, se conecta de forma asombrosa con las ondas cerebrales y el resto del organismo, como un estudio reciente de la Universidad de París descubrió hace poco. Sólo ahora estamos siendo testigos de la importancia que el procesamiento de los alimentos y sus nutrientes tiene en llevar una vida sana y vital. También a lo largo de nuestro organismo contamos con otros seres, englobados en lo que llamamos microbiota (y que pueden llegar a suponer hasta 1 o 2 kg de nosotros), que nos ayudan a procesar toda esta comida y gestionan con nuestro cuerpo la absorción de todos los nutrientes que ingerimos a través del alimento.
Por ello, pensar que los alimentos no influirán en cualquier tipo de alteración en nuestro cuerpo, es tan naive como suponer que podemos meterle gasolina con agua a nuestro coche y seguir funcionando como si no pasara nada.
La alimentación es un pilar básico en cómo nos sentimos, cómo actuamos, decidimos, creamos e interactuamos con el mundo que nos rodea. Es la piedra filosofal de nuestra versión del futuro, la llave que puede desbloquear mucho del potencial que tenemos en nosotros. Al utilizar la comida como herramienta para nutrirnos y ser más felices, empezamos a notar cambios. Los míos, contra todo pronóstico, fueron rápidos: desinflamé mi sistema digestivo, permití que el intestino pudiera absorber los nutrientes que necesitaba y bloqueara las toxinas que hasta ahora pasaban sin mucho control.
¿Cómo lo hice? Con seguimiento médico y bajo la supervisión de profesionales, decidí empezar una dieta antiinflamatoria, baja en carbohidratos, y llena de nutrientes con densidad nutricional: huevos, carne de pasto, pescado salvaje, verduras ecológicas y frutos secos. Nada de gluten,, cereales, lácteos o azúcares. Y recuerda: mi actividad principal es la cocina, pero eso no me bloqueó de cara a actuar. Además, decidí empezar un proceso de desparasitación interna para conseguir equilibrar esa microbiota y que aquella microbiota que estaba descontrolada pudiera volver a equilibrarse.
Llevo varios meses en el proceso y estos son algunos de los cambios que he notado:
Más capacidad de concentración y menos niebla mental, lo que me lleva a la mejora de la productividad en general
Ganas de hacer cosas, motivación y propósito en mi día a día, más felicidad
Mejora de los síntomas de piel seca
Los anticuerpos, una de las medidas más usadas para comprobar el avance de una autoinmune como la mía, se han reducido x4 desde que empecé
Mis analíticas han mejorado en el 95% de parámetros en relación a las que me hice cuando detectaron mi problema de tiroides
Más consciencia corporal. Esto es heavy. Antes, comía una pizza y simplemente luego notaba mucho sueño y algunos picores, también sed. Ahora, noto que el estómago se inflama y soy más consciente de todos los procesos internos.
Menos dolores de cabeza y articulares. De tener 2 de media semanales, a 1 durante 3 meses.
La inflamación crónica es invisible, se activa por la alimentación que lleves, el estrés y muchos otros factores, pero a la larga, sus consecuencias son nefastas para nosotros. Tratar esa inflamación crónica, y hacerlo desde un punto de vista de mejorarme a mí, no desde la restricción y la exigencia, está siendo la clave para mejorar. Hacerlo sabiendo que no estoy “eliminando” alimentos y eso me está fastidiando en el corto plazo, si no desde la curiosidad y el deseo de crear nuevas recetas que estén deliciosas y entren en mi nuevo paradigma.
Podría hablaros de suplementación, de la alimentación desglosada que la literatura científica considera antiinflamatoria, de cómo beber agua nos ayuda a reparar tejidos o de qué forma el ayuno puede ser útil para vivir más años con mejor salud, pero ya habrá tiempo de eso.
La semana pasada os hablé de sistemas, y, para mejorar mi yo del futuro, el primer sistema que aplico es el de mi alimentación: ahora que he acabado el proceso de depuración y desparasitación, estoy en el punto en el que sé que mi alimentación mejora de forma drástica mi vida y mi futuro, y, una vez que he probado lo que se siente al estar realmente bien, no quiero volver atrás. El precio a pagar por ser curioso es que puedes encontrarte cosas que no te van a gustar, incomodidades que debes aceptar para crear, zonas de confort que debes superar.
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Nota importante: Nada de lo que cuento por aquí es un consejo de salud, sólo mi visión y experiencia en carne propia sobre mi proceso. Por favor, siempre sigue las indicaciones de profesionales cualificados.