Lees este email mientras, delante de ti, mil ciento veintidós cosas están pasando a la vez. Lees una frase, te interrumpe una notificación del periódico que sigues: “Puigdemont pierde la inmunidad”, vuelves a este email a leer otra frase, y de repente, whatsapp de tu amiga: “No te vas a creer lo que acaba de pasarme”. Retomas la frase de este email creyendo que no habrá más interrupciones y… zas. Instagram: a @PepitoDeLospalotes10 ha indicado que le gusta tu comentario.
¿Cómo es posible que, en un mundo lleno de posibilidades, nos perdamos en la inmensidad? Lógico: un mundo lleno de posibilidades es inmenso, si no tenemos claro hacia donde vamos, lo normal es perderse.
Aunque muchos nos lo planteamos a menudo, pocas veces cumplimos con consistencia algo que cada vez necesitamos más: dirección. Me gusta ver la palabra dirección como un conjunto de palabras: decir y acción. Decir hacia donde vas es poderoso, muy poderoso. Te da valentía, coraje, presencia y un testigo (nosotros mismos somos suficientes) con el que rendir cuentas. La dirección es la atención a tu rumbo, a conocer hacia donde va tu yo del futuro, dónde estarás en unos meses o años. Es ese faro que te indica el camino, es ese norte en la brújula de tu vida, es ese camino marcado en rotulador permanente en el mapa. La dirección es el 50% de lo que serás en el futuro, así que hoy voy a enseñarte cómo cuidar de ella.
La atención es el nuevo petróleo.
Decía al principio, que el activo más preciado que tienes no son tus coches, casas o billetes en el banco, si no tu atención. Tu potencial puede ser tu propia cárcel, y perderte en las mil posibilidades que la sociedad te brinda hoy en día te confunde, te aturde y te impide tomar decisiones enfocadas en lo que realmente debería importarte: conocerte mejor, ser más feliz, mejorarte o sentirte más agradecida. Vivimos en una época donde la palabra que más nos representa podría ser perfectamente “caos” : damos voz a todos y a todo constantemente y por igual. Nos vemos impactados por un mensaje tras otro, sin filtro, sin transición, sin contexto. Tanto podemos estar escribiéndole un Whatsapp a nuestra madre que viendo un stream de Ibai, guardando una receta en Instagram o escuchando un podcast sobre el futuro (como este tan chulo que no paro de recomendar). El ruido forma parte de tu vida, como unas gafas que sabes que están sucias, pero, aún así, intentas seguir viendo a través de ellas, y que, cuando vuelves a limpiarlas, parece que ves el mundo con una nitidez y claridad nunca antes vista, así es cómo debería ser la vida sin ruido, una vida en la que, aunque pasen muchas cosas a tu alrededor, tu foco y atención estén puestos en lo que tú decidas, sea un libro, un trozo de tarta o una conversación que te está nutriendo. El ruido es tu veneno, pero, como todo veneno, existe un antídoto: la atención.
Para evitarlo, tenemos que darle la importancia que se merece a la atención, un recurso escaso, que se pierde con facilidad, más fluido que el agua y más etéreo que el aire. La atención puede multiplicar nuestra capacidad de aprendizaje o tirarla por la borda, puede convertir una situación corriente en una oportunidad que cambiaría tu vida para siempre, pero estar atento necesita ser trabajado.
La atención es el arte de estar enfocado en algo. Es la capacidad de convertir toda esa luz que una bombilla emana y concentrarla en un puntero láser. Es disparar con francotirador en vez de a cañonazos. Y el objetivo de todo eso solo es uno: hacer más en menos tiempo, de verdad. Nos han vendido las bondades del multitasking, en la que hacer muchas cosas a la vez nos genera la falsa ilusión de que avanzamos más rápido, cuando en realidad, damos vueltas en círculos. Dar vueltas en círculos no es avanzar, es estar bloqueado en un bucle del que no podemos salir.
Existe un estado que muchos hemos experimentado alguna vez en la vida, pero del que es muy difícil entrar y muy fácil salir. Un estado en el que toda tu atención se focaliza en una sola cosa y el tiempo parece detenerse. En el que avanzamos y tomamos decisiones a velocidades increíbles y en el que no dudamos de si estamos haciendo o no lo correcto, no sobre analizamos todo, no nos paralizamos, sólo hacemos. Es un estado que no requiere de ninguna sustancia, ejercicio o formación para entrar en él, porque es innato a nosotros, sólo que parecemos haberlo olvidado con la bruma de ruido que nos envuelve: el estado de flow.
Me parece realmente un estado mágico, como si algo dentro de ti, más poderoso que ti mismo, empezara a surgir, y con él, la inspiración y el trabajo empiezan a fluir. Te ha podido pasar escribiendo, dibujando, escuchando una canción, practicando un deporte o haciendo algo que realmente te encantaba, ese es el estado que persigo la mayor parte del tiempo. Y ese estado tiene un enemigo: las distracciones. Cada vez que nos distraemos, es como si cerráramos el grifo del flow y luego tardáramos otros 20 minutos en que volviera a correr el flujo. Así que he decidido compartir contigo mis herramientas más personales para conseguir que el flow aparezca más veces y de forma más duradera:
El No Molestar del móvil por defecto. Cuando necesito concentrarme, activo el modo No Molestar del móvil. Si es posible, incluso lo pongo en modo avión o lo dejo en otro lugar. Te habrás cargado de golpe el 60% de tus distracciones. De nada.
La técnica Pomodoro. 25 minutos de trabajo sin interrupciones, 5 minutos de “descanso” o parón. Me permite ponerme un objetivo, tener foco durante los 25 minutos y, a la vez, hacer más progresiva la desintoxicación de dopamina que me genera el móvil cada vez que lo veo.
Hacerlo con intención. Tengo claro para qué estoy haciendo esto. Qué quiero conseguir, a dónde me llevará el trabajo que estoy a punto de realizar. Clave para abordarlo con intencionalidad y atención plena, lo que nos lleva a…
Disfrutar. Si, disfrutar del proceso de trabajo o creación debería ser obligatorio. Me lo planteo de la siguiente manera. Hasta una actividad rutinaria como escanear los tiquets de gastos para mi contabilidad me servirá para tener más organizado mi negocio y centrarme luego en lo que más me importa.
Una playlist que me ponga en ritmo pero no me distraiga. Sin letra y que cumpla funciones de concentración a nivel de ondas cerebrales. Te dejo mis favoritas aquí y aquí.
Mi banderita Red Flag. Es un tótem, algo que pongo en mi escritorio, visible pero no incómodo, que indica a mi pareja o cualquier persona que pase cerca que estoy OFF. Que no me interrumpan y no me hablen. Recuerda, tardas 20 minutos en volver a entrar en el estado de flow tras una distracción, salen caras.
Todo lo que te acabo de contar es uno de los secretos mejores guardados para conseguir ese yo del futuro que realmente quieres ser. Recibes esto en pleno julio, con la mitad del 2023 ya pasado, que no se te escape la otra mitad y aprovecha este email para nutrir el recursos más preciado que tienes: tu atención.
La semana que viene vuelvo al ruedo con un tema que me toca de lleno y os ha motivado mucho: la inflamación y por qué es tan importante reducirla para mejorarnos a nosotros mismos.
Un abrazo,
Fabián