Quizás, como yo, pensarás que un test genético solo te da acceso a saber si eres un 10% sueco y qué porcentaje de africano tienes (yo tengo un 5%, ¿serán los labios?). Por supuesto, esto es solo la punta del iceberg. Al hacerte un test genético con la tecnología adecuada (la más avanzada que hay ahora), puedes saber MUCHO más. Hablo de tu predisposición a enfermedades concretas, a talentos ocultos, a deportes o tipología de movimiento, a dieta, a nutrición, a habilidades musicales, como te afecta la medicación, la predisposición al juego o a adicciones que tienes… una locura.
Gracias a tecnologías como esta, evito llevarme un susto si en un tratamiento psiquiátrico usan diazepam, porque (y esto es un ejemplo) tengo un gen que afecta a cómo mi cuerpo metaboliza esa sustancia (muy heavy). También gracias a conocerme mejor, en todos estos aspectos, tengo el cuerpo perfecto para correr triatlones, pero para nada para ser levantador de pesos.
Y claro, si es capaz de darnos toda esta información, no os imagináis lo que podemos sacar de nuestra alimentación y nutrición. Ojo, esto no significa, como dije al inicio de esta serie, que sea algo que seguir a raja tabla. Los genes representan solo un 30% de nuestros resultados finales, por lo que una persona que tenga una predisposición a tener mucho ritmo musical, pero se cría o evoluciona en un entorno que no lo favorece, no lo desarrollará o quedará en un nivel medio del rango. Igualmente, que no esté estipulado a nivel genético no quiere decir, ni mucho menos, que no podamos destacar en un área con el contexto, trabajo y estímulos adecuados. Y esa es la gracia de todo esto: puedes conseguir lo que te propongas, aunque hay cosas para las que estás más predispuesto.
Pero hoy os quiero hablar de una de las áreas que más me interesan en cuanto a mejorarnos: la alimentación. ¿Pueden los genes darnos información sobre cómo deberíamos alimentarnos para optimizar nuestro organismo? Parece ser que si. Y es que conseguir saber si tu cuerpo tolera mejor unos alimentos que otros, o tienes más necesidades de una vitamina que de otra, puede llevar a entender muchas cosas que hasta ahora eran simples anécdotas o casualidades, pero que ahora cobran sentido.
¿Listos para conocer el potencial que tiene todo esto bajado a un ser humano curioso que busca mejorar su futuro? Empezamos.
La primera parada: la dieta.
No me gusta hablar de dietas, nunca me ha gustado. La dieta parece que se entiende como un concepto restrictivo, en el que hay que eliminar ciertos alimentos, y que se catalogan dentro del bueno y malo, lo que destierro profundamente. La realidad es que, lo que la mayoría de gente tiene en la cabeza como dieta, en realidad no se representa con lo que la palabra significa: nuestra forma de alimentarnos. Y cuando aquí hablo de dieta, me refiero a eso, al estilo de alimentación que llevemos a cabo (consciente o inconscientemente). Para poder darnos estos datos, lo comparan con todas las personas genotipadas en estudios y, dependiendo de X genes, reaccionan mejor a una dieta que a otra. Dentro de esta categoría el análisis genético te da mucha información (que se ve desde una app muy chula en la que tienes gráficas, información complementaria y, por supuesto, la información técnica detrás del titular).



La primera es tu estilo de alimentación. La mía es low carb, pero hay 4 tipos. Este resultado de basa en algo muy curioso: me ha salido una alta sensibilidad a los carbohidratos en general, lo que es el caso del 50% de la población. Y es curioso porque desde que implementé en serio una dieta baja en carbohidratos, mi salud ha mejorado mucho. Tener una alta sensibilidad a los carbohidratos puede llevarme a que mis picos de glucosa sean más altos que la media de la población cuando consumo carbohidratos como galletas o harina blanca. Para saberlo, me han testado los genes TCF7L2, ACE, PPARG, FABP2, ADRB2 y LOC646736 porque juegan un papel fundamental en cómo mi cuerpo metaboliza y absorbe los carbohidratos, mi sensibilidad a la insulina y cómo mi cuerpo usa la glucosa. Lo que más me gusta de este test es que va de lo más práctico a lo más técnico. Te ofrece un resumen de tu resultado, unas recomendaciones de cómo usarlo a tu favor y, finalmente, los datos técnicos y la ciencia detrás de ese resultado.
Luego, otra que me interesaba mucho, por lo que me gusta consumirlo a diario, era mi tolerancia a la cafeína. En mi caso, es normal, con lo que, como sospechaba, puedo seguir tomándome mis 2 tazas de café de especialidad diarias y disfrutarlas tanto como lo hago.
Pero esto no queda ahí, en el apartado dieta, te habla de tu sensibilidad al alcohol (y el impacto en tu presión arterial), tu sensibilidad a la teína, a la grasa (y su impacto en el colesterol cuando la consumes), a la sal, a la lactosa, al picante (si, al picante, porque hay personas que tiene un gen activo que aumenta la sensibilidad a la capsaicina, que es lo que hace que algo te pique), a tu “golosidad” (si, hay personas más predispuestas que otras a querer consumir azúcar o tener antojos), a tu predisposición a tener recaídas de peso, a tu velocidad de generar toxinas…
Y donde más me sorprendió: en la sensibilidad del gusto. ¿Sabéis eso que dicen de que sobre gustos no hay nada escrito? Pues hay personas cuyo paladar es más exigente que el de otros, y en mi caso, soy un supertaster. Una persona con una sensibilidad al gusto elevada. Vamos, que el hecho de haber estado en MasterChef era solo cuestión de tiempo. Fuera bromas, lo cierto es que recuerdo dedicarle minutos a una frambuesa cuando era pequeño, por el gusto que tenía y cómo me fascinaban sus matices. Los beneficios de no tener una alta sensibilidad del gusto es que sueles comer de todo y eres menos especialito para comer. Sin embargo, los supertasters son personas que saben definir muy bien los gustos y los matices, por lo que disfrutan más de la comida: lo dulce es más dulce, lo amargo es más amargo (por eso al principio los supertasters pueden preferir el café con leche y azúcar o flipar cuando prueban el de especialidad).
Y esto es solo dieta, porque luego tenemos…
La sección de nutrición. Donde nos hablan de cómo nuestros genes influyen en las necesidades de antioxidantes, calcio, biotina, ácido fólico, yodo, hierro, magnesio, vitamina D…
Y aquí solo os hago un spoiler: Tengo altas necesidades de yodo desde que nací. ¿Sabéis cual es uno de los factores clave de la aparición de una mala función tiroidea? Una desregulación del yodo. ¡SI! Del yodo, algo de lo que, en mi caso, tengo unas necesidades específicas, y yo sin saberlo, porque cuando aparece en analítica puede ser ya en casos en los que la deficiencia sea más elevada.
Voy a hablar del resto de parámetros de la sección nutrición en mi último episodio del podcast, donde, además de repasar todo esto, profundizaré en la sección de nutrición y mis necesidades específicas. Puedes escucharlo aquí.
Gracias a herramientas del futuro como esta estoy pudiendo optimizar mi cuerpo a niveles que antes sólo podía soñar, y esto solo es el principio.
No sé si compartes el mismo interés que yo en este tema, si es así, respóndeme a este email para que lo sepa. Los hago con mucha ilusión y me encantaría que te ayudaran de alguna forma. Igualmente, si quieres un cupón del 40% de descuento en el test, he conseguido que me lo den, no colaboro directamente con ellos, pero a mi me hubiera gustado tenerlo.
Un abrazo y nos vemos en el futuro,
Fabián