Aprovechando que estamos en agosto ya, y que el calor aprieta, creo que es un momento perfecto para hablar de un tema que muchos menospreciamos (o damos por hecho) pero que tiene unas implicaciones gigantes: el agua.
Vivimos en una sociedad en la que de forma repetida nos empuja a elegir entre la civilización o la naturaleza. Entre nuestro yo más salvaje y nuestro yo más avanzado. Y, personalmente, creo que es un error garrafal. Nuestra mejor versión está en optimizar y empoderar ese yo más ancestral, a través de todos los medios que la sociedad actual nos da. Pero es dificil diferenciar entre tanto ruido, y llega un punto donde te insensibilizas, donde dejas de notar, donde lo doloroso se convierte en lo normal, donde lo extraño se convierte en hábito.
¿No te has preguntado nunca por qué te encuentras mejor cuando estás de vacaciones? No es solo el estrés que dejas de generar, la calma y paz que sientes de saber que no tienes que dar explicaciones a nadie ni la falta de responsabilidad. Son tus acciones directas: descansas, conectas más con el reino natural (la playa o la montaña), tomas el sol, respiras, te ríes y disfrutas. Equilibras de nuevo tus ritmos para sentirte mejor. Por eso, he decidido lanzar una serie de emails en los que voy a sumergirme en la importancia de estar conectado a los elementos, y cómo las vacaciones son la excusa perfecta para hacerlo.
Los elementos nos rodean de forma constante a lo largo de nuestra vida: aire, fuego, tierra y agua. Todos ellos gozaban de una increíble importancia en todas las civilizaciones antiguas. Daban vida y ayudaban a un ciclo vital que nos mantenía en movimiento. Los elementos además se han comparado en innumerables ocasiones con nuestro mundo interno, con nuestras emociones y nuestros sentimientos. Cualquier maestro que se preciara debía dominar los elementos a su antojo si quería realmente entender el equilibrio en toda la materia. Estos elementos nos dan herramientas increíbles para vivir nuestra vida y dirigirla hacia donde queremos, pero hemos olvidado estas herramientas que un día fueron básicas para nosotros.
El agua nos hidrata y nos mantiene flexibles. El fuego nos da vida y nos calienta. La tierra nos nutre y nos fortalece. El aire nos libera y nos equilibra. Sin embargo, poco a poco, hemo ido dejando de lado toda esa filosofía para centrarnos en lo instantáneo, en lo digital, en lo fake, en lo superficial.
Es posible que en algún momento de este mes hayas notado alguno de estos síntomas:
Fatiga constante
Contracturas y rampas
Dolores de cabeza frecuentes
Piel seca o falta de elasticidad
Sensación de sed constante o de no tener sed nunca
Dificultad para concentrarte
Estreñimiento
Labios y ojos secos
¿Te sientes identificado en alguno de estos síntomas o situaciones? ¿Hay más de uno? Muchos (como yo hace unos años) ignorarían todo eso o, simplemente, se tomarían un ibuprofeno o se pondrían una crema hidratante para reparar el daño. Ahora, aunque cueste creerlo, voy a contarte que todos estos son los síntomas de algo mucho más básico y sencillo, pero que en muchas ocasiones se nos olvida: deshidratación.
Estamos compuestos de agua estructurada, de líquido que fluye a través de nuestro cuerpo y nuestra fascia (la capa interna que permite nuestro movimiento) y todo este mecanismo necesita hidratarse. Recuerdo cómo podía estar todo el día con dos vasos de agua y no tener sed, sentir que no la necesitaba, y sin embargo tener 4 o 5 de los síntomas de arriba. No lo conectaba. No podía ver el patrón a simple vista. ¿Cómo un vaso de agua podía ayudarme con todo eso?
Está muy bien biohackear el cuerpo, optimizarlo con elixires, luz roja, suplementos, etc. Pero de nada sirve si no estamos conectados con los básicos. Cuando me preguntan qué fue lo que más me ayudó a estabilizar mis analíticas o mejorar mi autoinmune, suelo decir que no fue algo en concreto, si no el conjunto de acciones que me equilibraron para volver a mi centro.
Por eso, en las próximas semanas lanzaré Back To The Roots, un programa de 3 semanas perfecto para esta época en las que os traeré las prácticas que a mí me han funcionado para conectar con cada elemento y conectarme mucho más con el entorno que me rodea.
A veces, no hay que inventar la rueda, o tener mil rutinas imposibles, si no volver a los básicos y que sirvan de fundación para todo lo que está por venir.
Si es algo que te resuena, contéstame a este correo y te envío la info.
Si no, no hay problema, pero hazme un favor y ves a la cocina a beberte un vaso de agua.
Nos vemos en el futuro,
Fabián
Totalmente de acuerdo con tu post Fabián.
Deberíamos volver a nuestros “basics” todos los días y no solo cuando nos vamos de vacaciones.