FutureSelf 15: Paseos diarios, medicina del futuro
Aprende cómo paseo yo para optimizar al máximo esos momentos.
Los paseos me regeneran. Nietzsche solía decir: “Sólo tienen valor las ideas que hemos producido mientras vamos caminando”, y es que, muchas veces, caminar no sólo es un acto que implica movimiento físico, si no que es el catalizador a algo más poderoso: el movimiento mental. Empezamos a crear, destruir, ordenar y organizar ideas que teníamos en el cajón, esperando a ser descubiertas, desempolvadas, como ese lugar en el que los calcetines perdidos tienen su espacio, en el que tenemos el potencial de sacar 10 o 12 pares, si nos pusieramos un día a intentar ordenarlos.
No sé si a ti te pasa lo mismo, pero pasear tiene algo que te permite volver a conectar contigo, que te permite reflexionar sobre lo que en ese momento te preocupa y te impide avanzar. Es un momento de reflexión. No es el paseo, es la cita contigo mismo.
Desde pequeño siempre me ha gustado salir a caminar. El mío es un pequeño pueblo costero del norte de Mallorca, un pueblo de contrastes: A reventar de turistas en verano, y con un aire decadente y fantasmagórico en invierno. Recuerdo aprovechar muchas de las tardes de otoño e invierno, en pleno temporal, para salir a caminar una hora con mi padre. Era mi zona de descompresión. El rugir de las olas, el viento frío en la cara, el calor de mis piernas bombeando sangre de forma constante mientras caminaba, y el silencio sepulcral de la realidad que se iba desvelando ante mis ojos. A veces teníamos conversaciones profundas, otras simplemente caminábamos, y otras muchas combinábamos ambos artes. Recuerdo hasta el olor a mar, a alga, a sal, y cómo este me inundaba todas las fosas nasales construyendo, paseo a paseo, un recuerdo que espero mantener toda mi vida.
Caminar es uno de los movimiento más naturales y nativos de los seres humanos. Al fin y al cabo, no somos plantas. Éstas, a diferencia de nosotros, han logrado un nivel de eficiencia tal que se alimentan, literalmente, del aire y del sol. Añade a esa pócima un suelo rico en minerales y listo, ya tienes a una planta feliz. Nosotros, sin embargo, necesitamos movernos para conseguir alimento y nutrirnos. Nuestro alimento está en constante cambio y evolución, y el movimiento nos permite llegar a él sin dificultad. Cuando caminamos sin rumbo, simplemente observando a nuestro alrededor, entramos en un estado del que ya hablé unas ediciones atrás y que me fascina: el estado de flow. Un estado donde parece que el tiempo se detiene, donde lo único importante es lo que estemos haciendo en ese preciso instante: una tarea repetitiva, difícil pero asumible, que nos estimula, nos hace ir más allá, nos sumerge en la profundización. Caminar también lo consigue, a su manera.
Cuando caminamos sin rumbo, nos dejamos llevar, nos predisponemos a explorar, a estar abiertos a lo que la vida nos depare, sin control ni límites, y eso es maravilloso. Al hacer eso, lo que hacemos es un ejercicio práctico de confiar. De soltar. De dejar durante un rato la exigencia, las expectativas, el dominio. Soltamos para ser nosotros. Para dejar que el universo nos sorprenda. Además, lo hacemos desde el movimiento. Convertimos en efímero lo estático, haciendo que los árboles, los edificios, las personas, vayan apareciendo y desapareciendo como si de una película se tratara. Nos permitimos divagar, explorar, conversar con nosotros, pensar. Y aquí es donde creo que reside el éxito de todos los beneficios que genera el caminar: Nos da una excusa para ser libres y dejar la mente a su aire. Somos más creativos porque nos permitimos serlo, porque dejamos espacio y hueco para que la magia surja.
Te lo voy a explicar con una comparativa que me encanta. Imagina que quieres encender un fuego en una estancia. Pero ha pasado tanta gente, durante tanto tiempo, que sólo hay dióxido de carbono en el aire. Por más que lo intentes, la chispa que necesitas para encender el fuego no surgirá. La habitación necesita ser vaciada y regenerada con oxígeno. Una vez que entra un poco de oxígeno de nuevo, que se vacía de CO2, en ese momento, tu fuego empezará a brillar con fuerza. Eso es lo que ocurre con la creatividad mientras caminamos: dejamos espacio para lo nuevo, soltando a través de los pasos lo que ya no nos sirve o nos bloquea.
Pasear nos reduce el cortisol, elevan las endorfinas, mejoran nuestro sueño, retrasan las enfermedades cardiovasculares o la demencia, y nos ayuda a resolver problemas que de otra forma tardaríamos días en resolver.
Hace unos meses, además, me enteré de algo que apoya mi teoría. Las personas que caminan al menos 150 minutos a la semana viven de media casi 4 años más. Eso son 20 minutos de paseo al día, que convalidan 4 años de vida, brutal. El hack de hoy es sencillo, es fácil y puedes empezar a aplicarlo en cualquier momento, camina. Divaga caminando, encuentra tu espacio mientras lo haces. Escápate en silencio del ruido de la sociedad. Prueba a hacerlo sin música, contigo, sin podcasts.
Hasta Darwin construyó algunas de sus más famosas ideas con el método de salir a pasear. Lo que él hacía era trabajar por la mañana, identificar algún problema clave que le estaba impidiendo avanzar, y salir a caminar alrededor de su casa, por los invernaderos. Solía caminar con el foco y la intención puesto en el problema o reto a resolver, repasaba en su mente las posibles soluciones, las potenciales vías para poder llegar al destino que quería de cara a poder avanzar en su proyecto. No paraba de caminar hasta no conseguir un pequeño avance, y luego volvía a descansar. No voy a hablar aquí de las genialidades de Charles Darwin más allá de eso, porque la realidad es que, para conseguir esos avances, ponía en práctica todo tipo de experimentos aberrantes a día de hoy, y con los que me horrorizo de sólo pensarlo.
Pero, quedémonos con una cosa: el hecho de la intención en el paseo. Para mí esto es realmente clave si queremos exprimir nuestros paseos matutinos o nocturnos. Cuando aplicamos una intención a algo, y realmente nos empapamos de esa intención, la posibilidad de conseguir avances significativos aumenta drásticamente1. Y eso, queridos amigos, es un hack en toda regla. Porque si sabemos que rendimos mejor cuando conocemos los efectos positivos que tiene eso en nuestros resultados, podemos empezar a usarlo a nuestro favor. A esto se le llama meditación productiva, y es una técnica que puedes a empezar a aplicar desde ahora si te cuesta meditar.
Porque, a veces, cuando caminamos sin rumbo, acabamos encontrando lo más preciado que tenemos: a nosotros mismos.
Nos vemos en el futuro,
Fabián
PD. Si quieres conocer mis 3 formas de exprimir al máximo los paseos, subí la semana pasada un podcast sobre ello profundizando en este tema. Te espero allí.
• Rethinking stress: The role of mindsets in determining the stress response (Journal of Personality and Social Psychology)
Que interesante. Me ha gustado mucho